Mucha gente me pregunta cómo puede hacer para no quedarse en fuera de juego cuando en una conversación sobre la historia del rock se plantean temas que desconoce.
Dicho de otra forma: a veces se generan debates en los que queremos intervenir, pero por no saber qué disco grabó X en qué año o qué formación destacó en tal o cual estilo no podemos opinar con la libertad que desearíamos. Así, nos quedamos al margen y debemos soportar durante horas interminables auténticos monólogos llenos de fechas, números y anécdotas que bien poco interesan; tan sólo son exhibiciones vacuas del interlocutor de turno. Es más, seguro que a más de uno le ha pasado que en ocasiones se llegan a inventar datos absurdos que nos llevan a asistir a una auténtica sucesión de disparates sin límite.
Bien. Hace años descubrí un artículo muy gracioso que pone al descubierto las carencias de muchos críticos o de esos supuestos entendidos que al final disponen sólo de eso, de datos, a veces de muy dudosa certeza. Del artículo se deduce que toda palabrería se reduce a encuadrar la música en épocas o estilos, que todo se encasilla y que cualquier clasificación hecha acaba siendo un burdo estereotipo.
De esa forma, he incluído en el apartado de comentarios el artículo completo para su consulta, simplemente para que al fin nos demos cuenta de que, al margen cualquier categorización, la música está hecha para disfrutarla y no para estudiarla.
Dicho de otra forma: a veces se generan debates en los que queremos intervenir, pero por no saber qué disco grabó X en qué año o qué formación destacó en tal o cual estilo no podemos opinar con la libertad que desearíamos. Así, nos quedamos al margen y debemos soportar durante horas interminables auténticos monólogos llenos de fechas, números y anécdotas que bien poco interesan; tan sólo son exhibiciones vacuas del interlocutor de turno. Es más, seguro que a más de uno le ha pasado que en ocasiones se llegan a inventar datos absurdos que nos llevan a asistir a una auténtica sucesión de disparates sin límite.
Bien. Hace años descubrí un artículo muy gracioso que pone al descubierto las carencias de muchos críticos o de esos supuestos entendidos que al final disponen sólo de eso, de datos, a veces de muy dudosa certeza. Del artículo se deduce que toda palabrería se reduce a encuadrar la música en épocas o estilos, que todo se encasilla y que cualquier clasificación hecha acaba siendo un burdo estereotipo.
De esa forma, he incluído en el apartado de comentarios el artículo completo para su consulta, simplemente para que al fin nos demos cuenta de que, al margen cualquier categorización, la música está hecha para disfrutarla y no para estudiarla.